Nos paramos enseguida, nos vestimos, agarré las llaves de mi carro y sin mucho más, nos fuimos a la casa de tu abuela Gloria ya que tu mamá tenía su maletita con todas sus cuestiones para la ocasión allá. Cuando íbamos, ya le habíamos hablado a tu abuela por celular para darle la noticia y nos estaba esperando en la reja. Nos dio la maleta y nos deseo suerte.
Calmadamente (digo yo) manejé hasta el Hospital Integrado San Miguel Arcángel en San Miguelito, lugar en donde ya habíamos echo todas las gestiones para tu nacimiento. Poco a poco se iban dibujando en el rostro de tu mami rasgos de nerviosismo, acompañados de unas intensas ganas de comerse las uñas. Una vez ahí, la atención fue inmediata y muy eficaz (me quito el sombrero). Paré mi carro a un costado de la Urgencia de Parto y enseguida la ayudaron a salir del carro y la sentaron en una silla de rueda para ingresarla. Con solo mostrar el carné que le había gestionado a tu mamá, la ingresaron para prepararla para su cesárea, la cual programaron para el mediodía.
Me quedé solo, ahí en la sala de espera, con mi celular a punto de reventar de tantas llamadas para confirmar la noticia. Me imagino que la "suegra" habrá echo muy bien su labor de informar a cuanta gente se le pasó por la cabeza de la feliz noticia: Nikolás estaba solo a horas de hacer su entrada triunfal a nuestro mundo, este que nos alberga hasta que nos llame el Padre Supremo.
Yo también hice mi tarea y llamé a cuanto familiar, amigo, conocido, compañero o cualquiera que, por esas cosas de la vida, se encontrara en mi lista de contactos de mi celular, para darle la noticia más feliz que jamás pensé que daría: Mi hijo pronto nacería y yo podría por fin abrazarlo y besarlo como había soñado tantas veces desde el día que supe que Aidy había quedado en cinta.
Las horas pasaban y los familiares más cercanos fueron llegando a la sala de espera del concurrido nosocomio, felicitándome y esperando al igual que yo, que bajara alguien a notificarnos sobre el alumbramiento.
Pasadas la una de la tarde, bajó el asistente de la sala de partos y preguntó por el Sr. Jaén (o sea, yo mismo, pue). Me paré, caminé hacia él y bastante nervioso le pregunté que si ya habías nacido y si todo había salido bien. Recuerdo que en mi nerviosismo le pregunté si habías salido con todos tus deditos, con tus dos orejitas, en fin, con todo en orden y el asistente me miró con una cara como de quien dice: "...otro primerizo", y me respondió: "tranquilo Sr. Jaén, su bebé está precioso y goza de una salud envidiable". Con estas palabras me tranquilicé un mundo y me fui a celebrar con el resto de la gente que me acompañaba en el lugar.
Su nombre: Nikolás Ernesto Jaén Ochys
Fecha de nacimiento: 6 de enero del 2006
Fecha de nacimiento: 6 de enero del 2006
Hora de nacimiento: 1:05 p.m.
Peso: 2.99 kilogramos (unas 6.578 libras)
Longitud: 48 cm
La primera vez que te vi. |
Nos fuimos debido a que no podríamos verlos sino hasta las 6:00 p.m. en horario de visitas. Me despedí de los presentes y me fui a mi trabajo a laborar (mentira, a contarle a todo el mundo lo que había acontecido). No fue hasta las 6:00 de la tarde cuando por fin pude conocerte en persona. Ahí estabas, rodeado de no sé cuántos otros bebés. Cuando la enfermerá te levantó para que te viera por vez primera a través del cristal que separa a los "felices papás" de los "felices bebés", no sabía qué decir, no sabía qué pensar, no sabía si saltar de alegría o quedarme quieto y admirarte, lo que sí sabía era que mi corazón latía tan fuerte y las lágrimas se acumulaban detrás de mis ojos de tanta emoción, que sentí que iba a reventar justo ahí, al lado de otros papás que, al igual que yo, reaccionaban al ver por vez primera a sus vástagos.
Bueno, se despertó el hombre. |
De ahí pasé a la sala en donde estaba tu mami, rodeada de no sé cuántas mujeres recién "parías" y la fui a acompañar, a saludar, a besar; a solidarizarme con la mujer que al fin me daba un hijo tan hermoso y bello producto del amor más grande, sincero y fuerte que nos ayudó a fraguar tan precisa muestra de todo lo que vivimos en aquellos tiempos de felicidad y dicha.
Y ahí estabamos, felices por tu llegada. |
Ahí estaba su familia, ahí estaba mi familia, ahí estaban los amigos, ahí estaban las amigas. Me sentí muy alagado de todos los comentarios que hacían unos y otros, de la maravilla que es procrear un niño, de estar todos reunidos admirándote, en fin, de que llegaras a mi vida.
De izquierda a derecha: Nury, Gaby, Ana, Eleisis, Papá, Nikolás y Joel. |
Recuerdo bien cuando te cargué por primera vez, eras tan pequeño que te desaparecías entre mis brazos, sentí que podía cargarte con una sola mano, que sensación más extraña y hermosa a la vez. Tenías muchísimo sueño. Al rato, pucutún, te hiciste pups, jajajaja, qué sorpresa. No vacilé ni medio segundo y ya estaba yo cambiándote el micro pamper, tal y como si fueras mi noveno hijo. Quién sabe, quizás un instinto de padre que no sabía que tenía, simplemente lo hice y me sentí super bien de poder atenderte desde esos primeros instantes de tu vida.
El abuelo Ernesto no desaprovechó la oportunidad de cargar a su tercer nieto. |
Luego todo el mundo quiso cargarte por lo menos un rato antes de que vinieran las enfermeras a informarnos que teníamos que retirarnos, que revulú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario