miércoles, 4 de agosto de 2010

Nació mi hijo, tu hijo, nuestro hijo.....

Era un viernes 6 de enero del 2006, yo dormía con tu mamá cuando a eso de las 4:30 de la madrugada me dijo que creía que se había orinado sin querer. Le dije que lo más probable era que debido a sus casi nueve meses de barriga, lo más seguro era que no pudiera aguantar eficazmente sus ganas de orinar y que era normal. Tu mami se paró, se fue al baño y se cambió de ropa. Se acercó a mi nuevamente y nos volvimos a acostar acurrucándonos. No habían pasado ni diez minutos, cuando nuevamente me susurró al oído que no sabía que le pasaba y que de nuevo se "le había salido un poquito más". Sin pensarlo y un poco curioso, pasé mi mano sobre su muslo y pude tocar la humedad que empapaba toda su pierna. Para mi sorpresa cuando me acerqué la mano a mi nariz para salir de mis dudas, me quedé frío, no era orina! Enseguida salí de mi asombro y le dije: "Mi amor, creo que acabas de romper fuente y ya viene en camino Niki". Cuál no fue su reacción, solo de acordarme me río; empezó con esa risa enfermiza que caracteriza cada uno de sus momentos de nerviosismo (así mismo se reía el día que nos casamos por lo civil, puedes imaginarte?)

Nos paramos enseguida, nos vestimos, agarré las llaves de mi carro y sin mucho más, nos fuimos a la casa de tu abuela Gloria ya que tu mamá tenía su maletita con todas sus cuestiones para la ocasión allá. Cuando íbamos, ya le habíamos hablado a tu abuela por celular para darle la noticia y nos estaba esperando en la reja. Nos dio la maleta y nos deseo suerte.

Calmadamente (digo yo) manejé hasta el Hospital Integrado San Miguel Arcángel en San Miguelito, lugar en donde ya habíamos echo todas las gestiones para tu nacimiento. Poco a poco se iban dibujando en el rostro de tu mami rasgos de nerviosismo, acompañados de unas intensas ganas de comerse las uñas. Una vez ahí, la atención fue inmediata y muy eficaz (me quito el sombrero). Paré mi carro a un costado de la Urgencia de Parto y enseguida la ayudaron a salir del carro y la sentaron en una silla de rueda para ingresarla. Con solo mostrar el carné que le había gestionado a tu mamá, la ingresaron para prepararla para su cesárea, la cual programaron para el mediodía.

Me quedé solo, ahí en la sala de espera, con mi celular a punto de reventar de tantas llamadas para confirmar la noticia. Me imagino que la "suegra" habrá echo muy bien su labor de informar a cuanta gente se le pasó por la cabeza de la feliz noticia: Nikolás estaba solo a horas de hacer su entrada triunfal a nuestro mundo, este que nos alberga hasta que nos llame el Padre Supremo.

Yo también hice mi tarea y llamé a cuanto familiar, amigo, conocido, compañero o cualquiera que, por esas cosas de la vida, se encontrara en mi lista de contactos de mi celular, para darle la noticia más feliz que jamás pensé que daría: Mi hijo pronto nacería y yo podría por fin abrazarlo y besarlo como había soñado tantas veces desde el día que supe que Aidy había quedado en cinta.

Las horas pasaban y los familiares más cercanos fueron llegando a la sala de espera del concurrido nosocomio, felicitándome y esperando al igual que yo, que bajara alguien a notificarnos sobre el alumbramiento.

Pasadas la una de la tarde, bajó el asistente de la sala de partos y preguntó por el Sr. Jaén (o sea, yo mismo, pue). Me paré, caminé hacia él y bastante nervioso le pregunté que si ya habías nacido y si todo había salido bien. Recuerdo que en mi nerviosismo le pregunté si habías salido con todos tus deditos, con tus dos orejitas, en fin, con todo en orden y el asistente me miró con una cara como de quien dice: "...otro primerizo", y me respondió: "tranquilo Sr. Jaén, su bebé está precioso y goza de una salud envidiable". Con estas palabras me tranquilicé un mundo y me fui a celebrar con el resto de la gente que me acompañaba en el lugar.


Su nombre: Nikolás Ernesto Jaén Ochys
Fecha de nacimiento: 6 de enero del 2006
Hora de nacimiento: 1:05 p.m.
Peso: 2.99 kilogramos (unas 6.578 libras)
Longitud: 48 cm

La primera vez que te vi.


Nos fuimos debido a que no podríamos verlos sino hasta las 6:00 p.m. en horario de visitas. Me despedí de los presentes y me fui a mi trabajo a laborar (mentira, a contarle a todo el mundo lo que había acontecido). No fue hasta las 6:00 de la tarde cuando por fin pude conocerte en persona. Ahí estabas, rodeado de no sé cuántos otros bebés. Cuando la enfermerá te levantó para que te viera por vez primera a través del cristal que separa a los "felices papás" de los "felices bebés", no sabía qué decir, no sabía qué pensar, no sabía si saltar de alegría o quedarme quieto y admirarte, lo que sí sabía era que mi corazón latía tan fuerte y las lágrimas se acumulaban detrás de mis ojos de tanta emoción, que sentí que iba a reventar justo ahí, al lado de otros papás que, al igual que yo, reaccionaban al ver por vez primera a sus vástagos.

Bueno, se despertó el hombre.

De ahí pasé a la sala en donde estaba tu mami, rodeada de no sé cuántas mujeres recién "parías" y la fui a acompañar, a saludar, a besar; a solidarizarme con la mujer que al fin me daba un hijo tan hermoso y bello producto del amor más grande, sincero y fuerte que nos ayudó a fraguar tan precisa muestra de todo lo que vivimos en aquellos tiempos de felicidad y dicha.

Y ahí estabamos, felices por tu llegada.

Ahí estaba su familia, ahí estaba mi familia, ahí estaban los amigos, ahí estaban las amigas. Me sentí muy alagado de todos los comentarios que hacían unos y otros, de la maravilla que es procrear un niño, de estar todos reunidos admirándote, en fin, de que llegaras a mi vida.

De izquierda a derecha: Nury, Gaby, Ana, Eleisis, Papá, Nikolás y Joel.

Recuerdo bien cuando te cargué por primera vez, eras tan pequeño que te desaparecías entre mis brazos, sentí que podía cargarte con una sola mano, que sensación más extraña y hermosa a la vez. Tenías muchísimo sueño. Al rato, pucutún, te hiciste pups, jajajaja, qué sorpresa. No vacilé ni medio segundo y ya estaba yo cambiándote el micro pamper, tal y como si fueras mi noveno hijo. Quién sabe, quizás un instinto de padre que no sabía que tenía, simplemente lo hice y me sentí super bien de poder atenderte desde esos primeros instantes de tu vida.

El abuelo Ernesto no desaprovechó la oportunidad de cargar a su tercer nieto.

Luego todo el mundo quiso cargarte por lo menos un rato antes de que vinieran las enfermeras a informarnos que teníamos que retirarnos, que revulú.
Así como entré lleno de emoción, salí de aquel hospital con la mirada fija en el reloj, esperando que esas horas pasaran volando para poder verte de nuevo...habría que esperar hasta la mañana del día siguiente.

"...eras tan pequeño que te desaparecías entre mis brazos..."